Madre no era una desalmada, cada fin de mes acostumbraba llevarles de paseo al pueblo más cercano, de todos los lugares a visitar en el pueblo, la dulcería era el favorito de Carlos y Gloria, podían elegir de entre sus vastas estanterías. Llegaba fin de mes y los resultados del refugio seguían sin ser los esperados, más allá de saber que algún animalito estaba aprovechando la comida que los hermanos dejaban con entusiasmo, pero cierta desilusión. Al menos les quedaba el consuelo de que Madre los llevaría al pueblo en su día de descanso. El primer rayo de sol tocó el rostro de Gloria despertándola desenfadadamente, a la puerta sonó la mano dura de Madre, era la señal de que ya iban tarde. Gloria brincó de la cama seguida de Carlos, la emoción y desesperación los invadió tanto que terminaron vistiéndose entre los dos. Gracias a la insistencia de Madre, al cabo de un rato, lograron emprender camino. En sus viajes, usaban una vieja carreta la cual era arrastrada por una pobre y vieja mula. Carlos siempre molestaba a Gloria de camino al pueblo, le hacía cosquillas o le sacaba la lengua, el camino era largo y Carlos se aburría muy fácilmente. Gloria a veces se molestaba, pero no le duraba mucho el enojo, siempre terminaba siguiendo la corriente. Pasadas unas horas por fin arribaron a su destino, el pueblo aún conservaba ese estilo colonial en su arquitectura. El pueblo se encontraba siempre concurrido con viajeros de todas partes, vistiendo con ropajes diversos. Las ropas de los tres foráneos era sencilla y básica pero siempre lucían impecables gracias a Madre. En el centro del pueblo se conservaba un suelo empedrado que hacía lucir con gran majestuosidad una bonita fuente que se encontraba en el centro de la plaza, a Carlos y Gloria les encantaba meter las manos en la fuente y recordar las aguas gélidas del río, luego de unos momentos se secaban por órdenes de Madre. Después de un rato de estar sentados en la fuente madre le dio una moneda a cada uno y se sentó en la fuente a esperarlos mientras ellos iban a la dulcería, Carlos y Gloria entraron a la dulcería ávidos de emoción. Era todo un festín visual ver tanta variedad, color y olores en un solo lugar, era como entrar en otra dimensión donde todo era delicioso. La tarea de elegir un buen dulce no era cosa fácil ya que no les alcanzaba para muchos con una moneda, habían acordado secretamente que usarían las dos monedas para comprar un dulce que siempre habían deseado pero que debían compartir ya que no habría para más de uno. Llegaron donde estaban esos dulces envueltos en un papel plateado, tomaron uno y se dirigieron a pagar a la caja. Justo unos pasos antes de llegar a la caja, Gloria escuchó algo que le erizo la piel, algo que le hizo rechinar los dientes, ¡Croack!- escuchó. Momento seguido jalo discretamente a Carlos del brazo y le dijo al oído mientras le retorcía el cuero del brazo ligeramente. - Dime que no traes en tu mochila lo que creo que escuche…- jeje - rió nerviosamente Carlos, con una ligera hilera de sudor en la frente. -Lo siento - dijo poniéndose rojo de vergüenza-. ¿Quieres verla? Es muy linda.- dijo con risa burlona. - ¡No, no quiero verla y más vale que te deshagas de ella cuando volvamos a casa!. -Mírala solo un poquito, pobrecita no ha de respirar ahí dentro. - dicho esto abrió la mochila ligeramente, había olvidado que las ranas son muy escurridizas, en un parpadeo la rana salió disparada de la mochila hacia el cajero, esté sorprendido manoteaba nervioso volteando hacia todos lados viendo como la rana amenazaba con destruir su tienda. Para fortuna del dueño de la dulcería, un cliente que iba entrando abrió la puerta dejándola salir por una pequeña abertura. Carlos y Gloria corrieron tras de ella, la gente del pueblo chocaba histérica unos con otros huyendo del aspecto viscoso del anfibio y Carlos corría tras la rana buscando protegerla de los pisotones de la gente. Para su fortuna la rana saltó y saltó directo a donde se encontraba Madre sentada al borde de la fuente. Carlos se abalanzó sobre la rana sin percatarse que Madre estaba en su camino, como un proyectil se estampó contra Madre provocando que ambos cayeran a la fuente, quedando totalmente empapados en un santiamén. Madre se levantó fúrica y lo tomó de la oreja. - ¡Esto ya es demasiado!. Carlos, tú y tu hermana, – tomando a Gloria también de la oreja- ¿Qué estaban pensando?, ¡Ya verán cuando lleguemos a casa, suban inmediatamente a la carreta, el paseo ha terminado!
Ambos iban callados en la carreta, pero a Gloria le remordía la conciencia debido al secreto del refugio, a Madre no le iba a gustar nada que le ocultaran algo así y mucho menos que lo hicieran cuando algo se saliera de control como era ya costumbre. Finalmente, se le soltó la lengua como a un sapo con gigantismo y le dijo llorando toda la verdad, alegando que era una tonta por haberle hecho caso a Carlos que ella pensaba que era mala idea, pero que él le había insistido demasiado. Carlos la vio con recelo por haberlo traicionado. Madre escuchó todo el relato de Gloria con una sorprendente serenidad, pero debajo de ese rostro tranquilo se estaba cocinando una furia incontrolable. Se dirigió a Gloria con la voz más dulce que el caramelo más delicioso que hubieran probado. - Llévame al refugio, querida. Necesito verlo- Gloria sorprendida por el tono en la voz de Madre, entre sollozos y jadeos le indico el camino. Madre les observaba con severidad, quería supervisar personalmente que quitaran hasta la última pared del refugio. Ambos empezaron a desmontarlo mientras Carlos seguía viendo con recelo a su hermana, se hizo un silencio largo entre ellos, un silencio que podía llenar el bosque entero, imposible de romper. Un sonido fuerte de un origen indescriptible rompió el silencio, seguido de un claro y fuerte gemido que parecían salir de los pulmones de un animal muy grande. La mula abrumada por el espantoso sonido comenzó a patalear hasta soltarse del arnés que la mantenía unida a la vieja carreta y como yegua desbocada se perdió en la densidad del bosque. Volvieron a escuchar el ruido esta vez más de cerca, algo se acercó a gran velocidad entre los árboles, en un solo parpadeo se abalanzó sobre Madre tomándola de la cintura y trepando a un árbol con gran agilidad. - ¡Madre!- Gloria gritó aterrorizada al ver la apariencia de la criatura. Era escamosa, sobre su piel escurría una cubierta babosa, no tenía ojos y presentaba protuberancias en los oídos que se movían de forma errática como si buscaran algo. La criatura emitió un sonido distinto al anterior, aún más agudo y lastimero pero no menos tenebroso que el anterior. Carlos corrió hacia Gloria siendo sorprendido por dos criaturas más, ambas lo apresaron del cuello y el tórax. La tierra bajo sus pies comenzó a removerse, como si se tratara de arenas movedizas. Un rugido se aproximaba con violencia desde las profundidades, un sonido metálico y sordo que se volvía cada vez más intenso, hasta que el suelo cedió sobre sí, de la abertura emergió un extraño vehículo metálico con lo que parecían ser una serie de cientos de engranes de todos tamaños. Un par de compartimentos extraños se abrieron y las tres criaturas colocaron ahí a sus presas. Una compuerta central se abrió del vehículo y las criaturas lo abordaron cerrándose detrás de ellas. Con un movimiento brusco el vehículo retrocedió sumergiéndose de nuevo en la tierra, el suelo a su alrededor se fue compactando hasta dejar la superficie sin rastro alguno de su brusca entrada. Todo había pasado muy rápido y Gloria permanecía paralizada del miedo. Pasados unos minutos un dolor punzante en el pecho la logró sacar de su estado mental. Una terrible culpa mezclada con desesperación se apoderó de ella y comenzó a cavar con sus propias manos hasta destrozarse los dedos. Cavó de forma obsesiva y enfermiza hasta el anochecer. En el fondo sabía que jamás llegaría a ellos, pero esos gritos de horror seguían resonando en el eco de su cabeza perdiéndose en lo más profundo de la tierra.
Cuentan que existe una cabaña en lo profundo del bosque, en la que habita una mujer mayor y solitaria, dicen que lleva años sin querer salir, pero ahora tu sabes que es Gloria, llena de recuerdos.
Fin.
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Hola, gracias por llegar hasta acá. Hace tiempo que escribí este cuento, existe una escena clave con la que soñé, no adivinarían cual es. Carlos y Gloria son dos personajes que les tengo mucho cariño, y no descarto expandir su universo, gracias por leer, nos vemos en el proximo relato. Un abrazo.
La corazonada
Sandra se había despertado aturdida, nada de su alrededor le resultaba familiar, solo conservaba bosquejos de recuerdos de alguna noche anterior. Logro reponerse un poco y sentarse al borde de la cama, todo comenzó a darle vueltas. Hizo memoria y no recordaba su propio nombre, tampoco que vestido había usado la noche anterior. Por alguna extraña razón s…




